Garland, Curtis
Llegó a espaldas de la rubia que fumaba, ajena a la presencia enigmática
de la inquietante mujer. Alzó sus manos y las luces azuladas del vagón
se reflejaron en unas uñas sorprendentemente largas y puntiagudas,
afiladas como cuchillas.
Después, lentamente, se inclinó hacia el cuello de la rubia, sin que
ésta se moviera en ningún momento. Los labios se entreabrieron algo más
y algo terrorífico asomó entre ellos.
Unos afilados, largos, centelleantes incisivos.
La mueca diabólica se hizo más cruel aún. La expresión del lívido
rostro de la hermosa desconocida, cobró una más profunda perversidad.
Los incisivos se fueron aproximando al blanco cuello, a la altura de su
carótida. Las manos de uñas agudas se acercaron, como dos siniestras
aves silenciosas, a los rubios cabellos de la viajera...
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